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Seré curioso

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“Pensé: yo no fui tocado por la varita mágica, voy a obligar a la varita a que me toque”

Patricio Prieto, el capitán del Nacional campeón de básquetbol, tiene 22 años y una madurez que impresiona.

13.06.2025 09:15

Lectura: 28'

2025-06-13T09:15:00-03:00
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Por César Bianchi

Pocos lo saben, pero Patricio dejó a una novia cuando vio que la relación le demandaba tiempo, y él prefirió darle ese tiempo de calidad al básquet. Esta confesión, en una charla de café, sirve para ilustrar las prioridades de un joven que tiene las cosas muy claras. En cuanto se dio cuenta de que el básquetbol había dejado de ser un mero pasatiempo para ser su oficio, la forma de ganarse un sueldo, hizo todo para honrarlo.

Tan es así que, de forma recurrente, Pato Prieto (22), el capitán de Nacional, dice que él dará el máximo en todo lo que pueda depender de él. Lo que está fuera de su dominio y control no lo inquieta tanto. Lo asume como problemas o inconvenientes a resolver, y pone lo mejor de sí, sin culparse por el resultado (por lo dicho: no depende exclusivamente de él). Pongamos por caso: el tumor testicular que le diagnosticaron hace un año. Curiosamente, el chico que fue un león en la séptima final de Liga contra Aguada (y en toda la serie), el que no dudó en tirarse al piso o fajarse con rivales más altos y corpulentos que él, ese que “parece que tuviera tres…”, tiene uno solo desde la extirpación de una de sus gónadas.

En cambio, de él depende dejar el vestuario del Antel Arena tan limpio como lo recibió el plantel. Por eso se toma unos cuantos minutos —haya ganado o perdido— para dejarlo lo más prolijo posible. O de él (y sus compañeros) dependió expresarse públicamente por el reclamo de verdad y justicia de cara a un nuevo 20 de mayo, y en consecuencia, actuó. De él, por otra parte, no depende que lo convoque la producción de Masterchef, pero… le gustaría, sobre todo para demostrar que también en lo culinario puede competir y sorprender.

Entrevista con el muchacho que obligó a la varita a que lo tocara. Y esta lo hizo.

Jugaste al fútbol hasta los 11 años. ¿Qué te llevó a probarte en básquetbol?

El ambiente del fútbol. No es que a mí no me haya gustado: a mis padres no les gustó. Yo arranqué en el fútbol, porque es el deporte más popular. Pero en un momento pasó a ser más competencia en vez de diversión. Y a mis padres no les gustaba mucho el ambiente, los padres exigían mucho. Los míos no, por suerte, y al mismo tiempo ellos también veían desinterés de mi parte. Domingo partido a las 18 horas, y al mismo tiempo tenía un cumpleaños; yo prefería el cumpleaños antes que al partido. Entonces, ellos veían que a mí tampoco me interesaba mucho y notaban la competencia que había en el ambiente.

Y dejé de hacer deporte, hasta que por unos compañeros de la escuela (yo iba a una escuela cerca del Polideportivo de Nacional), que iban ahí al básquet, dije: “Voy por mis amigos”, y ahí arranqué.

En este país futbolero, todos recordamos qué gran victoria nos hizo hinchas de un equipo, o en qué Copa Libertadores o Mundial nos enamoramos del fútbol, o qué jugador nos voló la cabeza. ¿A vos qué te enamoró del básquet?

Al principio, mis amigos, el círculo que me pude hacer, pero después fue la competencia. Yo soy una persona muy competitiva en todo sentido: juego de mesa, deporte, lo que sea. Y noté una competencia mucho más sana que en el fútbol. Yo voy a las formativas de básquet y son mucho más sanas. Los padres les exigen a los chicos, pero es mucho más sano, no hay tanta competencia interna, los niños disfrutan, nos ven disfrutar, y eso es lo principal.

Sergio Mancebo exbasquetbolista y entrenador te vio condiciones, cuando eras un gurí. ¿Recordás qué te dijo?

Él llegó a Nacional cuando yo tenía 14 o 15 años, yo hacía básquet por hobby. Cuando llegó, a todos como que nos dio un “caramelo”. Dijo: “Vos tenés esto, vos fijate lo que querés hacer con eso”. Yo tenía buenas piernas porque venía de hacer fútbol y me gustaba correr, era una persona que corría mucho. Y me dijo: “¿Viste las piernas que tenés vos? Si querés podés llegar, defendiendo podés llegar”. Y cuando me dijo eso… Yo nunca había visto la primera división como una posibilidad, sino que era más tipo ‘si se da, se da, y si no, no’. Como que me dio ese caramelo y dije: “Bueno, voy a intentarlo”. Y ahí empecé a mejorar técnica individual, y cosas en las que tenía muchas falencias.

Yo era muy bueno defensivamente, por energía, pero no tácticamente. Yo defendía con mucho foul o corría bastante la cancha, pero había cosas que no las tenía inculcadas, porque no sabía mucho de básquet. Hasta ahí, jugaba porque me divertía. También entrené mucho ofensiva, cómo picar mejor la pelota, cómo pasarla. A veces mis compañeros se quedaban jugando un 5x5 y me sacaba a mí y a otro compañero para hacer técnica de pase, técnica de tiro. Él me dio un incentivo. Me dijo: “Si querés, podés”, y dependía de mí.



Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.

Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.



Y más allá de lo que él te dijo, ¿cuándo dejó de ser un pasatiempo jugar al básquetbol como podría ser inglés o computación para imaginarlo como modo de vida?

Yo creo que desde que me lo puse en mente. Por suerte tengo la capacidad de ponerme algo en la cabeza y decir: “Lo voy a hacer, voy a intentar todo”, porque a veces hay cosas que no dependen de uno. Pero que las cosas que dependieran de mí, las iba a cumplir.  Entonces, desde que me dio ese incentivo, fue ponerme en la cabeza: “entrená, entrená, entrená”. Iba a tirar mucho más que mis compañeros. En vez de quedarme en casa, prefería ir a tirar. A veces no tenía la cancha, porque el Polideportivo se usaba para otras actividades. Entonces yo me iba al Parque [Central], había una zona de afuera donde había un aro tirado ahí, que ni se usaba, y el único que lo usaba era yo. Agarraba cualquier pelota que había e iba a tirar solo. Iba a tirar solo y disfrutaba de eso. Me sentía cómodo y no sentía que perdía el tiempo. Disfrutaba de esa hambre que tenía y decía: “Esto me va a hacer llegar”, me motivaba más. Cada cosita que hacía era pensando que algo iba a salir de eso. Era confiar en uno mismo, pero luego de ese empujón, era: “A ver, ¿qué querés hacer?”. Y como dependía de mí, dije: “Voy a dejar todo para poder llegar a algo”.

¿Bolso de toda la vida?

Sí. Familia de Nacional, siempre. Mi padre me inculcó todo, mi hermana bolsa también. Mi madre es de Peñarol, pero, a diferencia de mi padre, no es tan fanática. Igual yo nunca fui anti ningún cuadro: yo apoyo a Nacional, pero no es que quiero ver perder al rival o disfruto ver perder al otro, sino que disfruto cuando gana mi equipo.

“Mi padre me inculcó el amor por Nacional, mi hermana es bolsa también. Pero nunca fui anti ningún cuadro: yo apoyo a Nacional, pero no es que quiero ver perder al rival o disfruto ver perder al otro, sino que disfruto cuando gana mi equipo”

Vos te formaste en Nacional, desde cuando el Polideportivo era una cancha precaria con piso de pedregullo. Fuiste testigo del crecimiento del club en básquetbol. ¿Cómo fueron esos comienzos? ¿Cómo era la cancha en tus primeros entrenamientos?

Yo arranqué practicando al lado de Simón 5, una cancha de fútbol donde se festejan cumpleaños. Al lado había una puertita donde estaban las canchas de pádel de Nacional; se hacía futsal también, había una zona de boxeo. Nosotros entrenábamos en la cancha de pádel con dos aros. Ahí fue donde empecé a entrenar. Luego pasé a la cancha grande, a lo que es ahora el Polideportivo, que era de pedregullo. Donde está actualmente la sala de los jugadores, había un bosque gigante, era todo bosque. Después había alguna cancha de tenis, pero estaba todo despoblado, porque no se usaba. Pero yo arranqué entrenando en la cancha de pádel. Después se fue liberando toda esa zona. Y ahora no hay nada. La idea sería hacer una cancha exterior, pero no hay nada. Está el piso de pádel, y tenés los aros, que era donde iba yo cuando no estaba el Polideportivo. Es una zona abierta y tiene algunos aros ahí, que quedaron ahí. Era a donde yo iba a tirar. Donde estaba el pedregullo era donde hoy está el Polideportivo.

Yo, por ejemplo, tenía todos los pantalones con rodilleras, porque era de tirarme mucho al piso. Siempre me tiraba al piso y me rompía todos los pantalones. Yo pasé todo ese proceso: desde pintar la cancha...

¿La pintaste vos?

Sí, sí, obvio. Yo llegué a hacer todo ese proceso. Porque Nacional en ese momento era un club de barrio. Los hinchas y las familias estaban ahí, hacíamos también cantina para recaudar fondos. Era todo a pulmón. Porque Nacional en sí no tenía un sustento para el básquetbol, no tenía infraestructura.



Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.

Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.



Participaste de todo el proceso evolutivo del club en básquetbol, está claro. ¿Qué cosas cambiaron para llegar a ser campeón de Liga?

No recuerdo quién estaba de presidente de la primera división en ese momento. Pero recuerdo que estaba [Alfredo] Pato Vázquez, que fue uno de los que quiso traer el piso para Nacional, el que empezó a movilizar un poco; era el que se interesaba por el básquet. Fue como que él arrancó todo, por lo menos el que yo vi que arrancó todo. Pero a mí lo que me sorprendió más fue el crecimiento en formativas que hubo: hablo de “profesionalismo”. Nosotros competíamos en Serie 3, en Serie 4. Competíamos contra cuadros como Yale, Marne, Verdirrojo. Yo pasé todo ese proceso de pasar de Serie 4 y Serie 3 a competir en Serie 1. Actualmente, Nacional está compitiendo en Serie 1 contra Urunday, que es bueno en formativas, Biguá, bueno en formativas, Malvín, bueno en formativas. Competimos contra buenos equipos. Y estoy acostumbrado a jugar contra equipos de barrio.

Nacional pasó de ser un club de barrio a ser un club profesional. Yo en primera división tuve la suerte de llegar temprano, llegué a los 16. Ya Leo [Zylberstein], el entrenador del momento, me dijo para entrenar en primera división. Yo le dije que no podía porque de mañana estaba en el liceo. Yo quería terminar el liceo y luego sí arrancar el básquetbol profesional, por así decirlo. Terminé el liceo y arranqué a jugar básquetbol profesional o a entrenar. Y cada tanto me decían: “Vos venite, venite a las prácticas de primera”. Yo llegué temprano a la primera, y cuando llegué ya entrenábamos en el Polideportivo, pero de locales jugábamos en Unión Atlética. No teníamos una localía tan fuerte. Recién en el año que se empieza a usar el Polideportivo pasamos a tener un lugar propio como referencia y una localía fuerte. Nacional no jugaba en su barrio, La Blanqueada, entonces era más difícil.

Luego empezamos a jugar en La Blanqueada. El debut profesional del Polideportivo fue contra Larre Borges —nos ganó Larre Borges, con Gastón Semiglia del otro lado; nos ganó él—. Ese fue el debut del Polideportivo, lastimosamente con una derrota, pero la gente ya se sentía parte, ya era otra cosa. Creo que marcó la esencia de la localía que quería generar Nacional… que es de barrio. Nacional es el barrio.

“El debut profesional del Polideportivo en La Blanqueada fue contra Larre Borges; lastimosamente fue con una derrota, pero la gente ya se sentía parte, era otra cosa. Marcó la esencia de la localía que quería generar Nacional… que es de barrio. Nacional es el barrio”

En 2022 saliste campeón del Metro con un histórico como Cordón y un año después en Urunday Universitario. Saliste del club de tu vida para probarte (y levantar títulos) con otras camisetas. ¿Cuánto evolucionaste como jugador en esos equipos?

Creo que bastante; al mismo tiempo, yo tenía otro lugar. Hoy no ocupo el mismo lugar en Nacional que el que tenía en Cordón y Urunday. Me tuve que adaptar a otra posición, a otra importancia que me daban. Todos los grupos siempre me hicieron sentir súper cómodo, nunca sentí: “Ah, estoy fuera de Nacional y ya no sé jugar” o “juego diferente”. Si vos ves, yo dejo todo por la camiseta que defienda, en Nacional, en Cordón o el equipo que sea. Es mi forma de juego. Yo soy hincha de Nacional, la gente me dice que soy el jugador-hincha, porque ve que me tiro de cabeza, ve que peleo todas las pelotas, pero no es que hago eso porque es Nacional. Yo lo hago en todos los cuadros porque es mi esencia deportiva. Es mi forma de juego. Así siento así el deporte y la competencia.

Hace un tiempo le dijiste a El País que vos “la remabas de atrás” por ser juvenil y no tan alto como otros basquetbolistas. ¿Qué quiere decir que la remabas de atrás? ¿Sentís que corrías en desventaja?

A mí siempre me pasó de correr... no digo con desventaja… Tengo alguna ventaja, por ejemplo, como la energía, que creo que es positiva, pero con la desventaja de que siempre fui atrasado, en el sentido de que yo cumplo en diciembre. Yo siempre fui más joven que todos mis compañeros que capaz que cumplían en enero o febrero. Yo, al cumplir en diciembre, siempre compartía categoría con gente más grande. Yo siempre fui uno de los más chicos. También tengo menos estatura que la mayoría de los jugadores. Mido 1,85, que para el básquet es poco.



Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.

Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.



Hay muchos grandes jugadores no tan altos en Uruguay: Carlos Peinado, Marcelo Capalbo, Fernando Enano Martínez…

Hay muchos ejemplos, claro, que decís: “No hay excusa”. Entonces, no era que corría de atrás, sino que nunca tuve un talento… Yo nunca tuve un talento. Yo no era que vos me veías y decías: “Ah, este tipo tira y es gol, pica bien la pelota, este tipo sabe atacar bien”.

Eras más un Bicho Silveira…

Claro, yo era más de energía, de: “No tengo todo este talento, pero tengo toda esta energía y este trabajo para hacer. Voy a transformar toda esta energía de trabajo en un intento de talento”. Es como: yo no fui tocado por la varita, pero voy a obligar a la varita a que me toque. Era más eso, de ganas, más de querer. Por eso dije que corría con desventaja, en el sentido de que no tenía un talento. Si vos me veías en formativas, no ibas a decir: “Este tipo llega a primera división”.

“Lo mío era más de ganas, más de querer. Por eso dije que corría con desventaja, en el sentido que no tenía un talento. Si vos me veías en formativas, no ibas a decir: ‘Este tipo llega a primera división’”.

El año pasado Nacional ganó la Liga Sudamericana, un título internacional. ¿Fue la demostración de que serían serios candidatos al título de Liga en Uruguay?

Sí, creo que sí. Pero Nacional se fue construyendo toda la temporada esa candidatura. Creo que siempre se vio a Peñarol y a Aguada como candidatos. Que era lo lógico, por cuadro, por nombre, porque tenían jugadores con jerarquía de campeones. Y Nacional no tenía esos jugadores de jerarquía de campeones. Nacional se fue construyendo. Demostramos que podíamos ser competitivos; la Sudamericana fue como una demostración de lo que podía ser Nacional. Que íbamos a intentarlo, que teníamos con qué, que había nivel.

El técnico de Nacional, Álvaro Ponce, te tuvo en Cordón, donde ganaron el Metro, y luego te nombró capitán. ¿Te sentís un mimado del DT?

Yo a Álvaro lo conocí en Cordón, no lo conocía de antes. Mi primer técnico fue Zylberstein; después, a mitad de temporada, lo cortan y traen a Miguel Volcan. Luego de esa temporada, mi primera temporada como sub-23, ahí me mandan al Metro a jugar en Cordón también como sub-23. Y ahí es donde tuve a Álvaro. En ese momento lo conocí. Yo no veía mucho básquet, entonces no conocía a los entrenadores, a algunos jugadores tampoco. Los conocía cuando jugaba contra ellos. No sé si mimado o fetiche, pero yo me adapto muy bien al juego de él y a mí me gusta, me sienta cómodo el juego de él. El juego de él es básicamente defensivo, y corriendo; es donde yo me siento más cómodo. Es donde vos fluís un poco más. Nosotros no tenemos jugadas seteadas.

Nosotros no decimos: “Ahora hacemos ‘cuerno’ donde tiene que posicionarse este acá, este acá”. No, es todo de que como lleguen, jugamos. Nosotros jugamos mucho motion, el motion es transición. Es todo el tiempo: el que llega con la pelota juega un pick central, después, si no hay nada, la pasa al otro, juega otro pick central al otro. O sea, es todo el tiempo movimiento: es movimiento y fluir. Entonces ese juego a mí por lo menos me queda cómodo en el sentido de que participo. Obviamente tenemos jugadas para el [jugador] extranjero, pero en el juego en sí todos tienen posibilidad de participar. Y eso es lo que me hace sentirme más cómodo a mí porque puedo tomar decisiones, a veces quedo de un costado. Entonces, es más ver un poco más el juego y sentir dónde tenés que mover.



Fuiste elegido capitán con apenas 21 años, pero vos mismo has dicho que no sos de hablar mucho en la cancha. Entonces, ¿por qué creés que te eligieron capitán? ¿Tiene que ver con que eras “de la casa”?

Bueno, con ser de la casa creo que por parte de la directiva y del Gallo [Luis López, presidente de básquetbol de Nacional], sobre todo, creo que sí. Él jugó mucho a favor para que me pusieran de capitán. Al mismo tiempo, siento que me ponen de capitán por la forma en la que me expreso. Yo no me expreso por el habla, sino que me expreso más por las ganas, por las intenciones que tengo, por la energía.

Ellos me ven correr para todos lados, ven que me esfuerzo, ven que me toca marcar al mejor jugador de ellos y lo hago. Y es contagiar: mis compañeros se contagian. O sea, no es tanto de hablar, sino de hacer.

Iban 3-1 abajo en las finales contra Aguada, y terminaron dando el batacazo de darlo vuelta para ganar 4-3. Gastón Semiglia más de una vez pidió más respeto a Nacional, dando a entender que la prensa los estaba subestimando. ¿A qué apelaron, en las charlas entre ustedes, para conseguir esa hazaña?

Lo que él dijo tiene que ver con que Nacional en ningún momento se dio por muerto. Luego de ese 3-1, no entrenamos mucho en el sentido de practicar jugadas, practicar defensa, sino que fue más mental. Fue pura charla. Fueron dos o tres días donde casi no entrenábamos. Íbamos a la cancha, nos juntábamos, hacíamos una ronda y hablábamos. Y era: “¿Qué nos pasa?”. Yo, en esa charla, intento hablar. No es que intento: me sale hablar porque lo siento.

Por ejemplo, en ese momento cuando íbamos perdiendo 3-1, luego de ese cuarto partido, los únicos que yo vi que estábamos enojados éramos Mauro [Ernesto Oglivie] y yo. De llegar al vestuario re calientes. Oglivie llegó quemadísimo, muy enojado. Y al otro día fuimos a charlar y les dije a mis compañeros: Yo veo a Mauro, y tenía un moretón acá, un moretón acá, las piernas destrozadas”. Se pelea con [Frank] Hassell, que mide 10 centímetros más que él, que es un muro. Yo lo veo y lo caga a palos. A Mauro le tocaba batallar esa guerra que tenía abajo del aro, era impresionante. Dije: yo no puedo ver a Mauro cagándose a palos con un loco más grande que él, más fuerte que él, y veo que él le gana la batalla. Y después, ¿yo no voy a batallar con el que me toque? Yo veo que Mauro se está cagando a palos, y voy al que tenga enfrente y lo cago a palos.

Es la única forma donde yo digo: “Bo, no voy a dejar tirado a mi compañero”. Y ahí fue que les pregunté: “¿Ustedes qué piensan? ¿Ustedes están convencidos de cómo van a ganar? ¿Ustedes ven a un compañero que se está cagando a palo y les chupa un huevo que se esté cagando a palos?”. Fue como decir: volvamos a lo que éramos antes, a lo que hacíamos desde un principio.

“Dije: yo no puedo ver a Mauro [Oglivie] cagándose a palos con un loco más grande que él, más fuerte que él, y veo que él le gana la batalla. Y después, ¿yo no voy a batallar con el que me toque? Voy al que tenga enfrente y me cago a palos”

Y los demás compañeros también se abrieron, dijeron lo que pensaban. Y bueno, todos pensaban lo mismo, que nos faltaba ese plus de energía que antes teníamos y en ese momento como que no lo teníamos. Y yo les preguntaba: “¿Para qué nos estamos guardando, si ya está? Es ahora. Es ahora: o ganamos y tenemos un partido más o perdemos y ya está. ¿Para qué nos estamos guardando?”. Y, bueno, fue un poco eso de hablar entre todos, de que siempre construimos el camino entre todos.

¿Cuesta mantener la calma en los instantes finales de una séptima final, cuando faltan 2 minutos y es una eternidad?

Yo te hablo por mí, no por mis compañeros en este caso: lo que intento es mantener la concentración en el sentido de que no me puedo equivocar defensivamente. Luego, en la ofensiva, si me llega la pelota, si me toca asumir una pelota, eso me va a tocar. Pero intento poner la cabeza y decir: “Tengo que cumplir el plan defensivo que armamos, porque es desde donde podemos ganar, porque la defensa gana campeonatos”. Entonces, si vos ves, cuando yo tiro ese triple de la esquina, faltando 30 segundos, ni me da para festejarlo. Yo lo tiro y voy corriendo a defender a Sims, porque quería terminar mi trabajo. Yo quería hacer bien mi trabajo. Mi trabajo era de defensa. Yo después en ofensiva es un plus que te puedo dar, pero a mí me pagan por defender, por tirarme de cabeza al piso, por pelear pelotas perdidas. Después, si yo meto un triple, si paso los 10 puntos, mucho mejor.

Fuiste el MVP de las finales. ¿Por qué? ¿Por qué pensás que te eligieron a vos?

Creo que por la entrega. Al mismo tiempo, yo no me sentí el MVP, yo sentí que el MVP fueron mis compañeros, fue todo el equipo. Porque, por ejemplo, yo defiendo a Sims, ¿no? Yo voy uno contra uno contra Sims, pero después cuando juego un pick and roll, que ahí ya es dos contra dos, no es que yo defiendo uno contra uno y yo tengo que pasar la cortina y seguir marcando, sino que me voy a quedar trancado sí o sí, o voy a quedar atrasado, algo va a pasar. La ventaja, vos la vas a conseguir pase lo que pase. Ahí ya depende de mi compañero, porque yo ahí ya te perdí. Ahí ya atacaste el aro y mi compañero te tiene que hacer algo, o te tiene que llevar al tiro o te tiene que marcar.

Siempre que tuve un logro fue gracias a mis compañeros porque yo solo no he hecho nada. Pero me quedé contento, obviamente, por el logro y creo que me lo dieron por eso, porque terminé asumiendo los momentos finales. No fue que yo fui a buscar la pelota: me llegó, y por eso me dieron el premio. Pero, para mí, el premio fue de todos porque la pelota me llegó a mí, y después me ayudaron a defender. Fue un trabajo de equipo.



Foto: Gastón Britos / FocoUy

Foto: Gastón Britos / FocoUy



¿Es cierto que te encargaste de limpiar el vestuario al terminar cada partido?

Sí, sí, eso siempre, ganando y perdiendo. Es educación, creo yo. Mis compañeros también, el profe también me ayudaba a limpiar todo. Mirá que se lo dejábamos limpio, limpio. Si nosotros habíamos dejado tal cosa tirada o sucia, íbamos y la limpiábamos, y, por ejemplo, capaz que algo ya estaba de antes, bueno, si podíamos, intentamos dejar lo más prolijo posible todo. Es la forma de empezar a generar un poco de conciencia, decir: “Aunque no sea mío, es lo mínimo que puedo hacer. Si vos me diste todas estas instalaciones, las voy a tratar bien”. Yo en casa haría lo mismo. Cuando voy a la casa de otra persona, si tengo que lavar los platos, lavo los platos. Es parte de mi educación. Y era el último en salir, porque me daba una última vuelta, a ver si estaba todo prolijo, pero el equipo me ayudaba, y siempre intentábamos dejar todo lo más limpio posible.

Estás estudiando educación física en el ISEF, y también te gusta la cocina. Capaz que te convocan para Masterchef, quién sabe...

¡Me encantaría ir! Disfruto de la cocina, y me gustaría ir, sí. No tanto por salir en tele, sino porque me gusta cocinar y disfruto de la competencia. Al mismo tiempo, sería una linda forma de ponerme a mí en tela de juicio y decir: “A ver cómo te desempeñás en eso”, como salir de mi zona de confort.

¿Y cuál es tu especialidad?

Pasta casera. Me gusta hacer pasta casera.

De cara al 20 de mayo, día de la Marcha del Silencio, el club emitió un comunicado donde se distanció de lo que habían hecho los futbolistas de Nacional ingresando al GPC con remeras alusivas. Y a ustedes no les permitieron expresarse así. De todos modos, posaron en las afueras del Polideportivo con remeras y pancartas con la margarita deshojada y el mensaje “Todos somos familiares”. Como capitán del equipo, ¿cómo te cayó la decisión de la institución, y cuánta incidencia tuviste en la decisión de manifestarse públicamente como equipo?

Obviamente, la decisión de la institución la respetamos porque son las personas que nos contratan, las personas que nos pagan. No íbamos a hacer algo que estuviese en contra de lo que ellos decían, entonces lo respetamos. Al mismo tiempo lo charlamos con el equipo, sobre todo Mateo Sarni y yo, fuimos los que más hablamos; consultamos al equipo qué pensaba. Habíamos visto lo que hicieron los jugadores de fútbol, y era como no dejar solo a los futbolistas que se habían comprometido, y no hacer nada era como dejarlos solos, como decir: “Ustedes hacen eso y nosotros no queremos complicarnos”. Entonces, era como apoyar a los jugadores de fútbol y decir: “Estamos con ustedes”, porque no es que solo ellos piensan eso. Porque en sí, no es nada político: es conciencia social, es estar para el otro. Yo no tengo ningún familiar desaparecido, pero es humanidad.

“Lo de las remeras afuera del Polideportivo era como apoyar a los futbolistas y decir: ‘Estamos con ustedes’. Porque no es nada político: es conciencia social, es estar para el otro. Yo no tengo ningún familiar desaparecido, pero es humanidad”

Entonces, lo hablamos con el grupo, el grupo estaba de acuerdo, y para no tener tampoco problemas con la directiva —porque cada uno tiene su forma de pensar, o capaz que algunos piensan que sí y otros piensan que no— lo hicimos fuera del Polideportivo y por nuestra parte, sin involucrar al club.

Hace un año te diagnosticaron un tumor en un testículo. Es inevitable asociar la palabra “cáncer” o “tumor” a muerte, y, por lo que escuché en el podcast sobre salud mental de tu compañero Sebastián Ottonello Lo elemental, lo asumiste con tremenda entereza, y hasta con mentalidad positiva...

Sí, sí, sí, bueno, por eso… Como decías, la palabra es fuerte, y yo creo que yo no pasé por la enfermedad. Yo te digo “cáncer”, y vos pensás en quimioterapia, radioterapia, estar entubado, estar acostado en cama, empezar con pérdida de pelo. Yo no tuve nada de eso, no tuve que pasar por ningún proceso. No tuve que hacer quimio, ni tuve que hacer radioterapia; tuve la suerte de agarrarlo a tiempo. Pero yo siento que la enfermedad no la sufrí, solo se extirpó. Tuve la suerte de que me internaron al toque y al otro día ya me lo sacaron. Desde un principio que me dijeron, sin saber lo que iba a pasar después, que me iban a sacar el testículo al otro día.

Yo me lo tomé positivamente, en el sentido de: me tocó esto, no fue que yo me lo busqué, no fue que yo hice algo para tener eso, sino que me tocó. Yo no tengo la culpa de habérmelo agarrado. Tengo que lidiar con lo que toca. Mi círculo fue el que sufrió un poco más. Al mismo tiempo, yo intentaba de dejarlos más tranquilos, decirles: “Estoy bien, yo estoy bien. Papá, mamá: yo estoy bien, por más que esté en cama, porque me va a sacar el testículo, no me duele nada, no me siento enfermo”. Yo no sentía dolor, sí sabía que tenía algo ahí que se podía empezar a expandir y ahí sí la cosa iba a empeorar. Pero yo me sentía bien, entonces lo tomé una forma positiva, como decías. Tuve la suerte de que no se extendió, no me subió por la zona del abdomen, entonces quedé más tranquilo. Claro, no lo disfruté, por supuesto, pero lo tomé diciendo: “Bueno, me toca esto”.

¿Ese cáncer te enseñó algo sobre vos que desconocías?

No sé si me enseñó algo sobre mí, sino que me sentía más como… puede resultar egocéntrico, pero como que decía: “Mirá qué bien que estoy. Tiene que venir algo de afuera a hacerme daño, y no puede”. Como que me sentía muy, muy fuerte mentalmente, positivo, en ningún momento caí. La única forma de que yo me sienta mal es que haga cosas mal en el deporte, que es mi trabajo. Si yo veo que estoy bajo de nivel, ahí capaz que me pongo mal, pero no mal en el sentido de que caigo en depresión, sino que me molesto conmigo porque sé que puedo dar más. En este caso, que era algo externo, de la vida, y yo no podía hacer nada, yo solo podía lidiar con eso. E ir llevándole la mano de la mejor manera posible.

Te deben haber hecho mucho el chiste de que, viendo tu rendimiento en las finales, no se notaba que tenías uno solo…

Sí, igual, no mucha gente lo sabía. Yo nunca lo di a conocer, porque al mismo tiempo tampoco me gusta victimizarme y poner excusas. Al contrario, otros la han pasado mucho peor: lo mío fue rápido, no llegué a sufrirlo. Llegué a conocer pila de gente que pasó por la enfermedad y eso es feo, eso es la enfermedad. Yo no pasé por eso, de verdad no lo tomo como que tuve una enfermedad, porque sé que la enfermedad en sí es otra cosa.

¿Qué objetivos profesionales tenés en tu carrera?

Ir a jugar afuera sería uno. La selección, ganar algo con la selección sería otro. Primero tengo que ser convocado… pero ganar algo con la selección también sería un logro gigante. Yo intento no ver un techo, no ver un logro tal y ya está, sino que voy a buscar siempre más. Tengo la suerte de que siempre busco más. Ahora, por ejemplo, no he caído, ni con el campeonato de Liga, ni por la Sudamericana. Todavía no los estoy disfrutando, como que siempre busco algo más y siempre intento decirme “no gané nada, te falta pila”. Y eso al mismo tiempo me permite seguir peleándola, seguir entrenando, sabiendo de que me falta mucho. Y en el sentido contrario, no me ayuda tanto a disfrutar las cosas, a parar y decir: “Mirá todo lo que lograste, mirá donde estás”. Es como que un amor-odio en ese sentido, pero, bueno, yo lo tomo más para el lado de que me sigo exigiendo.

¿Sos feliz?

Sí, me lo pregunto seguido y siento que sí, que mi entorno me hace ser feliz, sentirme cómodo y no quejarme mucho de las cosas.

Por César Bianchi